Maestra de maestras, honra y prez del magisterio durangueño, sencilla en el vestir, de esclarecido talento, porte majestuoso, mirada penetrante y observadora, de vocación no desmentida, alma heroica y recio temple, La Profa. Francisca Escárzaga nació en la Ciudad de Durango el 18 de febrero de 1866, en la casa número 219 Pte. De la calle de Coronado.

Por circunstancias pecuniarias difíciles en su familia, se vio obligada a trabajar en la enseñanza desde la edad de 13 años; pero como su afición al estudio y su vocación al Magisterio eran tan grandes, pudo por sí sola, por su notable y esclarecido talento, en poco tiempo capacitarse para presentar examen profesional y obtener su título. Antes de obtenerlo, trabajó, por primera vez, en la escuela particular de la fábrica de la Constancia, Nombre de Dios Dgo; enseguida en El Oro, también municipio de Dgo., y ya titulada, en las escuelas de la capital del Estado.

Directora de la Escuela No. 2 (llamada de la Palestina) hasta 1904, año  en que se fundó la primera Escuela Superior y fue ella, la profesora designada para desempeñar este cargo, siendo el inspector escolar de esa zona, el  insigne Prof. Bruno Martínez. Desempeñó este empleo hasta el año de 1910 en que fue jubilada por haber prestado ya 25 años de servicios y a causa de su salud quebrantada.

En 1913 fue nombrada catedrática de Pedagogía en el Instituto de Niñas, empleo que desempeñó hasta que desapareció dicha Institución, fundándose en ese tiempo y con fecha del 7 de Agosto de 1916, la Escuela Normal que perdura hasta el día de hoy.

Anhelo de su ardiente amor al magisterio, siempre prevaleció el deseo de que Durango tuviese su Escuela Normal; pasado el tiempo y cuando las circunstancias lo permitieron y se presentaron favorables al tomar posesión del Ejecutivo del Estado el señor general Fortunato Maycotte, fue él quien inauguró su Gobierno con la fundación de la Escuela Normal y fue  nombrada la Profa. Escárzaga,  sub-directora para que la organizara;  llena de entusiasmo, valentía y optimismo, afrontó todas las dificultades, y trabajó sin tregua y sin descanso, por el buen nombre de la Institución.

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La fundación de la Escuela Normal suscitó en la sociedad y hasta entre los maestros, con excepción de unos cuantos, una tormenta que no tardó en influir en el espíritu de la Legislatura de nuestro Estado y un decreto trató de aniquilarla.

La ilustre maestra defendió a brazo partido la Escuela Normal en la que cifraba todas sus esperanzas de que su Estado natal tuviera maestros idóneos; es decir, virtuosos y amantes fervorosos de la niñez.

Tocó todas las instancias que estuvieron a su alcance, finalmente se dirigió al C. Gobernador Constitucional del Estado, a la H. Legislatura del mismo, y aun dirigió cartas vehementes y llenas de angustia, solicitando ayuda al ingeniero Pastor Rouaix, a los maestros compañeros de su ideal señores Bruno Martínez y Julio S. Hernández.

La defensa no resultó fallida, porque el C. Gobernador de aquel entonces, el Sr. Gral. D. Domingo Arrieta, genuino revolucionario, no aprobó el Decreto, y la Escuela Normal continuó su vida.

fcaDesempeñó, según la ley creadora del establecimiento, los cargos de subdirectora en funciones de directora (un año solamente); inspectora de estudios, catedrática de primero y segundo cursos de Antropología Pedagógica, Metodología, Pedagogía, Literatura y Lógica.

Durante todos los años de su vida activa, no tuvo un momento desocupado, pues a la vez que trabajaba en la Escuela y cumplía a satisfacción sus deberes, escribía interesantes artículos para los periódicos: “La Tribuna”, “El Boletín Escolar”, “El Porvenir Intelectual”, “Ciencia y Arte”, y otros.

Los discursos que pronunciaba ya en las fiestas patrias, en las escolares, y en las de las sociedades mutualistas, así como sus interesantes conferencias, demostraban la fecundidad y fluidez de su palabra, así moldeó el sublime ideal que la animó toda la vida: “La redención de aquél que gime opreso entre férreas mallas que le forja su ignorancia”.

Con la mirada siempre atenta a tan alto ideal, manifestaba en cualquier ámbito los elevados conceptos que sustentaba sobre la eficacia de una buena e integral educación que debe darse en las escuelas.

Para obtener tan hermosos resultados no cejaba en afirmar que el factor indispensable es el maestro cuya preparación es la finalidad de las escuelas normales; afirmaba también que: “La preparación para el magisterio no debe consistir únicamente en dar a los alumnos normalistas una instrucción más o menos amplia en las materias de enseñanza y en la manera de transmitirlas. La parte principal consiste en realizar la educación pedagógica contactándola con la educación moral, o sea la cultura de los sentimientos, entre éstos, los que principalmente se deben atender: la abnegación y el amor hacia el niño”.

Educar, educar, ante todo. Esto implica el desarrollo de facultades; y toda facultad para desarrollarse necesita ser convenientemente ejercitada; en una palabra, que la instrucción ceda ya a la educación, de una vez para siempre”.

La juventud estudiantil, en su mayor parte señoritas que recibían las enseñanzas de tan noble maestra, escuchaban sus frases lapidarias “El deber se cumple, cueste lo que cueste”. “Cumplir el deber a medias es no cumplirlo”.

Tan intenso y tan continuado trabajo intelectual produjo con el tiempo, un ataque de afasia que le sobrevino precisamente al estar presidiendo una de las sesiones de maestros cuando era inspectora, el 27 de enero de 1925.

Dos años después un segundo ataque puso fin a tan preciosa vida el día 29 de enero de 1927.

Justo es decir que si, alguna vez, las saetas de la envidia hirieron su noble corazón, jamás supo abrigar en él ningún rencor; tampoco supo desanimarse ante la incomprensión; y lo que siempre supo, fue conquistar con sus sentimientos de justicia, amor y admirables virtudes, un inmenso cariño y una profunda gratitud en el alma de sus discípulos.

Semblanza escrita por la Srita. Profa. María Vázquez Cervantes

Bodas de Oro, Escuela Normal del Estado, (1916-1966).

Imágenes de la Profa. Francisca Escárzaga

Avitia Hernández Antonio (2013) Historia Gráfica de Durango, Tomo III, México.

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